martes, 5 de febrero de 2013

Colorín colorado



El otro día me mandaron hacer un trabajo de filosofía sobre un material cualquiera. En un principio pensé en hacerlo sobre una película, El show de Truman, pero como me dí cuenta de que el tema ya estaba algo trillado decidí hacerlo sobre un libro del que había oído hablar llamado “1984”. El caso es que cuando estaba buscando información, me pareció interesante lo que decían del libro, y decidí leérmelo. El libro nos introduce en una sociedad oprimida por un gobierno comunista que domina totalmente al pueblo. Cuando llevaba unos pocos capítulos ya me empezé a imaginar el final: Me imaginaba que finalmente la revolución triunfaría y que el Gran Hermano, el líder del gobierno, sería derrocado. Pero a medida que avanzaba el libro me dí cuenta de que no parecía que fuera a acabar así. Y así fue, el autor juega un poco con el lector creando la ilusión de que el protagonista se une a la revolución. Pero vamos, que al final era todo una farsa y el gobierno le lava completamente el cerebro al protagonista.
Sinceramente, el final me decepcionó un poco ya que no me lo esperaba así. Y ahí fue cuando me di cuenta de lo acostumbrados que estamos la mayoría de las personas de mi edad a los finales “Disney”, dónde todo acaba fenomenal y todo el mundo super contento. Pero nada más lejos de la realidad. Voy a citar una frase que oí por ahí que se contrapone totalmente a estos finales: “un final feliz no es más que un cuento sin acabar.” Los finales felices no existen, son una invención, mera argucia barata para complacer a los ignorantes que prefieren seguir desinformados. He dicho.

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