El otro día me mandaron
hacer un trabajo de filosofía sobre un material cualquiera. En un
principio pensé en hacerlo sobre una película, El show de Truman,
pero como me dí cuenta de que el tema ya estaba algo trillado decidí
hacerlo sobre un libro del que había oído hablar llamado “1984”.
El caso es que cuando estaba buscando información, me pareció
interesante lo que decían del libro, y decidí leérmelo. El libro
nos introduce en una sociedad oprimida por un gobierno comunista que
domina totalmente al pueblo. Cuando llevaba unos pocos capítulos ya
me empezé a imaginar el final: Me imaginaba que finalmente la
revolución triunfaría y que el Gran Hermano, el líder del
gobierno, sería derrocado. Pero a medida que avanzaba el libro me dí
cuenta de que no parecía que fuera a acabar así. Y así fue, el
autor juega un poco con el lector creando la ilusión de que el
protagonista se une a la revolución. Pero vamos, que al final era
todo una farsa y el gobierno le lava completamente el cerebro al
protagonista.
Sinceramente, el final me
decepcionó un poco ya que no me lo esperaba así. Y ahí fue cuando
me di cuenta de lo acostumbrados que estamos la mayoría de las
personas de mi edad a los finales “Disney”, dónde todo acaba
fenomenal y todo el mundo super contento. Pero nada más lejos de la
realidad. Voy a citar una frase que oí por ahí que se contrapone
totalmente a estos finales: “un final feliz no es más que un
cuento sin acabar.” Los finales felices no existen, son una
invención, mera argucia barata para complacer a los ignorantes que
prefieren seguir desinformados. He dicho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario